lunes, 24 de agosto de 2009

Un final feliz...

Me encantan las orquídeas, el olor de los cuadernos nuevos, comer en agradable compañía y escuchar la risa de mi sobrino. Sí, creo que mucho de mí se puede resumir en esas oraciones, es decir, me gusta la naturaleza, el colegio, no me gusta la soledad y amo la vida, porque esa pequeña persona me lo demuestra cada vez que lo tengo en brazos, siento sus piernitas inquietas golpear mi abdomen, sus manitas tratan de destrozarme el dedo índice, y sus ojitos chinitos apenas me dejan ver el hermoso color marrón que heredo de mi madre.

No tengo una vida complicada, no tengo problemas de los cuales quejarme, el colegio, los chicos, el ayudar a mi hermano, conversar con mi madre, la tele, The Killers (Brandon Flowers es churrísimo), digamos que en eso se termina mi pequeño mundo. En esos pequeños momentos, cada uno más especial que el otro y viceversa, uno no puede menospreciar nada, no puede dejar de lado, la alegría que es vivir.

Algunas amigas dicen que soy muy rosa o fresa, (no entiendo muy bien la expresión), que nunca me quejo de nada y que siempre me quiero meter en todo, que nunca me canso de sonreír y que no sé mentir, no puedo decir más que la verdad, con lujos y detalles, todo.

Pero hay una cosa que nunca cuento, al menos siento que hay algo que no debo contar, al intentar hablar de ese tema, mi lengua se adormece, mi mandíbula se cierra como caja fuerte, todos los dientes apretados y nada, no digo nada, sólo se apodera de mí una pequeña irrigación ocular.

Mi papá siempre me dice que no debo hablar con extraños, que no confíe en los hombres y que use las faldas por debajo de las rodillas. Algunas veces creo que mi papito exagera, no tiene nada de malo hablar con desconocidos, porque yo puedo ver que ellos me necesitan, apenas me ven, sonríen, tienden la mano, me cuenta sus problemas, me hablan de cosas de grandes, de dinero, de sus carros, sus hijos, todos se van, me dicen gracias y se paran, los veo irse, siempre se van.

Así que, creo que mi padre exagera, yo sé que él lo hace para protegerme, porque me quiere mucho. Igual una ya es grande, puedo hacer mis cosas sola, con dificultad pero las hago, mi casa no es tan complicada y mi hermano siempre está para ayudarme, bueno al menos estaba, porque mi sobrino lo tiene muy ocupado, es padre y madre, aunque más madre, es más parece embarazado, sale con Joaquín en hombros y trabaja así.

Como ven mi vida no es nada fuera de lo común, soy como los demás y a la vez diferente... jajaja, siempre quise escribir eso, es uno de mis clichés favoritos, al menos siempre se lo digo a Miguel, al menos telepáticamente, por que Miguel es un niño muy, pero muy tímido, no puede ni sostenerme la mirada más de dos segundos, se sonroja, como un tomate aplastado, todo cachetón que es, no se parece a Brandon, pero es chistoso, medio torpe, creo que de chiquito se caía de la cuna, pero igual me da risa, se le caen las cosas, se tropieza con todo, me alegra mucho verlo andar por ahí.

Es que casi siempre hago eso, lo veo andar, en el colegio, desde la puerta de mi casa, desde mi techo, desde la ventana de mi habitación, siempre los veo andar, ahora que mi padre me lleva al parque en las tardes de vacaciones, veo correr gente y me dan ganas de ir con ellos, veo a Miguel andar como un loco, gritar y sonreír. Felicidad.

Yo algún día estaré ahí con ellos con mis amigas, con Miguel, con todos los niños, mi madre reza siempre y mi papito trabaja para que yo pueda ser igual, pero diferente a los demás, si me entienden no?

...

Miguel se me acerco ayer, me dio una orquídea, no sé como lo adivinó. Se quedó a mi lado y yo le conté mi secreto: "Sabes, a veces, en las noches, intento pararme y doy algunos pasos, pero no le he dicho nada a mi papá, el no quiere que me esfuerce, dice que puede ser peor"...

"Entonces no te esfuerces, por que cuando seamos novios vamos a pasear por el campo y yo no te voy a cargar", me dio un beso en la frente y se fue corriendo como un loco.

martes, 18 de agosto de 2009

Roca



Como en la tele, sí en esa pela de kung-fu, yo también soy paciente, me quedo inmóvil, medito, soy uno con el pavimento, parezco duro, pasado, la gente apenas me toma atención, me ven sucio, mal oliente y penoso. Pero es una estrategia, es un don, aprendí a vivir de la calle, de la basura, de la paciencia, como Sidarta.

Me tiran piedras, escupen, orinan, maldicen delante, detrás, soy un ignorado y un ignorante. He perdido el sentido del gusto y del olfato, pero la vista y el oído se despuntan contra cualquier peligro, ahorro mis energías, dosifico la respiración, disminuyo la cantidad de latidos que da el corazón, trato de no incomodar.

Llevo días en este lugar, no he probado alimento decente desde la última vez que Sarita me dio un plato de sopa caliente, si sor Sarita linda la monjita, con sus ojitos pequeñitos ocultos detrás de ese par de binoculares. Ella no tenía miedo, aunque no entendía muy bien lo que me decía, alguna vez me toco el rostro, alguna vez indicó que pasara a sus aposentos. Eran mis primeros días de soledad, aun se me veía fuerte, sólo algo confundido, meditabundo, aun no olía tan mal, es más aun podía oler y saborear.

La gente ya no me siente se han acostumbrado a mi presencia, los perros ya no me ladran, es más lamen mi mano y hasta uno que otro ha traído su pelota, juegan conmigo. Ni los pirañas se me acercan, sólo miran de lejos, son pendejos, comentan, dicen que me han visto antes, las chibolas no pasan por la esquina, pero eso ya no importa, yo no quiero nada con ellos, sólo quiero verla de nuevo, aunque sea de lejos, pero nunca sale, o al menos no por esa puerta, no por esta calle, aun recuerdo, su rostro, es como ver a su madre.

Yo no tengo nada que perder y nunca lo tuve. Pan y agua, pescado y cerveza, así he sobrevivido en mis días mozos. Pero esa huevada me cago, se me desprendió algo ese día, no sé si fue la caída o la intoxicación, no lo recuerdo, no quiero hacerlo, pero tampoco quiero olvidarlo, por que sino olvidaría su rostro, su habitación, sus pechos firmes, los ojos pequeños, temerosa, pero mirándome fijamente, me atrapaba, me impedía respirar, y yo gritaba, me dolía la cabeza, me golpeaba contra el suelo y ella intentaba detenerme, con las manos, los muslos, la pelvis, intentaba callarme, asfixiarme, hasta que no me pude escapar, terminamos atados, engarzados y en eso entro la gorda, a ella si la entendía. Desgraciado, hijo de puta, degenerado, palabras que aun no he podido asimilar, Sarita tendida había cambiado la felicidad por el horror, trate de reincorporarme, pero caí, escuche muchas voces, hombres mujeres, hice el esfuerzo, logré huir, pude esconderme debajo de una piedra y esperar.

He aprendido a ser una roca, a soportar el tiempo y formarme con el viento, he soñado muchas veces con este día, he tratado de borrar tantas veces estos recuerdos, pero siempre he querido verte hija mía, discúlpame por no poder darte nada, pero al menos deja que cuide tu puerta, seré uno con los perros y las ratas, solo permíteme estar cerca, soy un roca, un pedazo de nada, pero tus pequeños ojos son la única razón para seguir sobreviviendo así. Una ventana del segundo piso se abre ligeramente, una niña se asoma con cuidado. Toma leche y pan, tampoco entiendo lo que dice, pero con esto podré vivir unos cuantos años más.